Marina Gallego, librera: “Claro que leen los chavales, pero no lo que tú quieres que lean”


Marina Gallego (Madrid, 34 años) asoma desde un rincón de la librería Muga. No está sola porque la acompaña Fado, un pastor alemán que cuida desde hace un año y que será futuro perro guía en la Fundación ONCE. Por los pasillos también está Zabara, una labradora negra de meses que también posará para las fotos. Una costumbre heredada de su madre que le hace trabajar el desapego, justo lo contrario de lo que siente por los libros. “Antes de ser librera era clienta, como las demás”, cuenta mientras sus compañeras arrancan la tarde. Se emocionará cuando hable de Almudena Grandes, cuando recuerde la apertura después del confinamiento, y cuando días después de que se realice esta entrevista comparta caseta de la Feria del Libro con los escritores Vivian Gornick y Joël Dicker.
Pregunta. Criada en Villalba, vecina de a, después Arganzuela y finalmente Vallecas.
Respuesta. Chica, ya sabes, la gentrificación. Y trabajo aquí por casualidad. Primero fue la mudanza, luego encontré esta librería y uno de los días que vine justo me enteré de que se iba alguien. Y aquí estoy.
P. Estudió Filología Hispánica, lo suyo con los libros viene de antes.
R. Sí, aunque no acabé la carrera porque llegó el 15M y había que cambiar el mundo. Pero en mi casa siempre había cuentos y libros, y eso es un lujo. Cuando empecé la universidad quería ser profesora y después dedicarme a esto. Siempre he sido muy lectora, aunque en la adolescencia paré, como casi todos. Ahora estoy en un momento en el que valoro mucho el trabajo de las traductoras, ya era hora de que se reconociera su trabajo, y me alegro de que ahora su nombre aparezca en las cubiertas de los libros. Si no fuera por ellas no tendríamos a los libros en castellano [Suenan ladridos]. ¡Siéntate!
P. [Una vez sentado Fado]. Muchos hablan de Muga como centro neurálgico del barrio. ¿Qué significa trabajar aquí?
R. Me hace gracia porque hay una idea en el imaginario colectivo de lo que significa trabajar en una librería. Te dicen: “¡Ay, qué bonito! Te pasarás el día leyendo, esperando a que entre alguien, ¿verdad?”. Pues no es así. Este oficio consiste básicamente en mover y cargar cajas llenas de libros, y nos pasamos el día con las manos negras de tanto polvo. Pero es verdad que quienes trabajamos aquí —todas fuimos antes clientas― somos también vecinas del barrio, y creemos que trabajar en un lugar así implica ir mucho más allá de vender libros. Queremos ofrecer un lugar de encuentro, una manera de entender la literatura y poder acercarla a esta zona de Madrid. Porque hay vida y cultura más allá de la M-30. La librería, como el barrio, han cambiado mucho en los últimos 25 años. Entonces había casas bajas y barro y la montaron cuatro chicos. Ahora somos una plantilla de mujeres, las casas son muy diferentes. He visto nacer a criaturas que ahora leen, eso es precioso.
P. ¿Algún cambio notable en estos años, desde que trabaja aquí?
R. Por fin hay más escritoras encima de la mesa de novedades. Creo que ahora algunos señores están muy alarmados porque dicen que solo se publican libros de mujeres, ¿no? Desde aquí les digo que no es verdad.
P. ¿Algún libro que le haya cambiado la vida?
R. La mujer habitada, de Gioconda Belli, fue un antes y un después. Que conste que yo no juzgo lo que lee la gente, porque yo también leo lo que quiero. Si los chavales leen a youtubers me da lo mismo, porque lo que me interesa es que lean.
P. Siempre he pensado que las librerías son como una especie de templo laico…
R. Es verdad. Aquí viene mucha gente a por un libro o en busca de un autor y acaban contándonos su vida. Y eso está muy bien. Lo que escuchas te sirve para constatar deficiencias del barrio como el transporte, porque si quieres ir a Carabanchel desde Vallecas más vale que te armes de paciencia y metas un libro en el bolso. Y a veces descubres gente maravillosa como Luis Fondebrider, director del equipo argentino de antropología forense, que es vecino y cliente. Apareció por aquí un día porque tenía ganas de charlar y así nos enteramos de quién es. Es una eminencia, encontró los restos del Che, imagina. Las historias nos ayudan a conocer y a ser barrio.
P. ¿Cuál es el momento más emocionante que ha vivido?
R. De los momentos más impresionantes y bonitos que recuerdo fue cuando acabó el confinamiento y volvimos a abrir, la cantidad de gente que vino y nos dijo: “Os estaba esperando, tenéis que aguantar, porque si os vais, no sé qué va a ser del barrio”. Salí llorando muchas veces de aquí. Nos sirvió para confirmar que este es un lugar importante para mucha gente. Otra fecha de la que tengo un recuerdo increíble fue cuando murió Almudena Grandes. Venía la gente a darnos el pésame. Aquí se lee de todo, pero lo de ella es increíble. Si Vallecas fuera una república independiente, Almudena habría sido presidenta por aclamación popular y para siempre. Y luego hay gente que tiene una capacidad de prescripción espectacular, como el periodista Javier del Pino. En cuanto menciona un libro, enseguida suena el teléfono de la librería.
P. Venden, hacen presentaciones, y por supuesto, clubes de lectura.
R. Tenemos uno de narrativa y queremos hacer otro de cómics. Los clubes de lectura ayudan a combatir la soledad y son espacios íntimos en estos tiempos de incertidumbre.
P. Ahora que Fado se ha rendido y está casi dormido. ¿Qué hacen aquí estos perros?
R. Son perros libreros. Forman parte de un programa de voluntariado de la Fundación ONCE, están durante un año y te sirven para darte cuenta de lo importante que es trabajar el desapego y la propiedad. No son míos, claro, y sé que tendrán una buena vida y van a hacer la vida mucho más sencilla a personas ciegas. Son perros muy cultos a los que les gusta mucho la gente. Lo primero que hizo Zabara según llegó fue ir a comer con Javier Cercas. Imagina. Por cierto, antes de acabar, me gustaría decir una cosa porque a veces nos da por ponernos dramáticas y apocalípticas.
P. Usted dirá.
R. ¿Qué es eso de que los chavales no leen? Claro que leen, pero no lo que tú quieres que lean. Siempre lo han hecho, no van a dejar de hacerlo porque es una evasión, una vía de escape y una forma de entender el mundo.
P. Recomiéndeme un libro para entenderlo yo.
R. Podrías hacer de esto algo bonito, de Maggie Smith. Mi propósito para este 2025 es que todas nos lo leamos.
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